Posiblemente la entrevista de hoy verifica el nombre que tiene esta sección ya que en ningún momento habría imaginado que tendríamos al mismísimo Sebastián Álvaro hablando para Al Filo de lo Improbable.
Para los que no le conozcan (algo difícil por lo menos en España) os hago un breve resumen: Sebastián es un aventurero-periodista de Madrid que ha dedicado su vida a contar sus aventuras tanto en libros, documentales o programas de televisión como Al Filo de lo Imposible. Actualmente podemos verlo en columnas del Marca u oírlo en la radio, en El Transistor.
5 Imprescindibles |
Lugar: Karakórum |
Película: Blade Runner |
Libro: Los Descubridores |
Alguien: Walter Bonatti |
Montaña: K2 |
Sin duda un placer tenerte entre nosotros, nunca imaginé poder entrevistarte, pero aquí estamos.
Como puedes ver, la web tiene un nombre que te recordará a uno de los proyectos a los que dedicaste buena parte de tu vida. ¿Qué fue para ti Al Filo de lo Imposible?
Un proyecto hecho realidad, un sueño convertido en imágenes, una pasión, buena parte de mi vida y una de las mejores aventuras que pueden vivirse.
¿Eres más aventurero que cronista (contador de historias) o al revés? ¿O no puede existir un Sebastián sin el otro?
Las dos cosas van unidas. Si vives una vida vulgar contarás cosas vulgares si quieres contar cosas extraordinarias tienes que vivir aventuras extraordinarias. Así que me hice aventurero, aunque es probable que ya llevara dentro de mí el gen de la aventura. Pero una vez puesto en marcha ese fue el camino que elegí.
Conocemos tu recorrido profesional y aventurero, pero fuera del mundo público ¿Cómo es Sebastián Álvaro?
Una buena persona. No aspiro a nada más, que la gente que me rodea, mis amigos, mis amores, mis afectos, mi familia, me recuerde como buena gente que hizo todo lo posible por hacerles la vida más fácil.
De todas las aventuras que has realizado ¿Cuál recuerdas con mayor nostalgia?
Las primeras, la expedición al Hidden Peak en 1981, y el K2 del 83 y 94. Pero la verdad es que recuerdo todas ellas con mezcla de cariño y satisfacción. Muchas son irrepetibles y todas inolvidables. Por ejemplo el Chogolisa del 86, el vuelo sobre los Andes en el 93, la reconstrucción de Rabada y Navarro, la del Cainejo en el Naranjo, la de Mallory en el Everest… resulta difícil olvidar nada de lo que viví porque, en definitiva, todas ellas me dejaron marca y me hicieron en buena medida como soy.
Sin duda, eres un referente en cuanto a aventura se refiere en España, muchos hemos crecido viendo tus odiseas. ¿Quién es tu referente?
Muchas personas. Se va creciendo en un proceso continuo de aprendizaje que nunca se acaba. Aprendemos de lo que vivimos y de lo que leemos. Y confieso que he vivido y leído mucho. De los pioneros, Mummery, Mallory, luego Herzog, Terray, Bonington y sobre todo el gran Bonatti. Si tuviera que quedarme con dos elegiría a Bonatti y a mi amigo Eduardo Martínez de Pisón. Pero muchos de mis amigos cercanos han dejado parte de ellos en mí y, espero, algo de mi habrá en ellos: Juanjo San Sebastián, Ramón Portilla, José Carlos Tamayo, Juanito Oiarzabal, Ferran, Laureano, Antxón y muchos más (soy injusto al no nombrar a muchos de ellos) y los que se quedaron en el camino: Manolo Martínez, Marisa, Felix, Guillermo, Mirian… Soy la suma de muchas vidas, de muchos afectos. A todos ellos les debo mi vida.
Seguramente un punto muy favorable de haber tenido tanto recorrido es crear y colaborar con diversos proyectos humanitarios. Háblanos de ellos:
Desde el comienzo me sentí conmovido por las condiciones de vida los porteadores y traté de hacerles la vida más fácil. Eso supone tratarles como trabajadores imprescindibles para llevar a cabo una expedición. Tratarles bien y pagarles bien. Puede parecer obvio pero hay mucha gente que no lo hace así. Luego en el año 2000 conocí a una gente extraordinaria, la ONG Sarabastall de Caspe, iniciamos un proyecto de Ayuda y Cooperación en la aldea de Hushé (Pakistán) en la que llevamos implicados desde entonces y que está mejorando la calidad de vida de una de las zonas más pobres y necesitadas del Karakórum. Un proyecto que tiene como base la educación, en la idea de los viejos regeneracionistas españoles de que sólo la educación nos hace libres y puede mejorar la vida de las personas más pobres. Tenemos escolarizados a más del 90% de la aldea de Hushé y por eso estamos muy esperanzados.
Por otro lado en el año 2002 uno de los helicópteros que tenía traernos del Makalu se estrelló y murieron diez personas entre las que se encontraban los seis sherpas que habían estado trabajando con nosotros. No se llegaron a encontrar restos del aparato. Gracias a la Fundación Montañeros para el Himalaya de Andorra pudimos escolarizar a gran parte de los hijos de los sherpas en una residencia en Katmandú, les hemos pagado de nuestro bolsillo estudios durante doce años para darles una esperanza de futuro mucho mejor. Y sigo colaborando con esta Fundación en Nepal. Básicamente esos son los proyectos a los que he estado dedicando muchas energías.
Hace poco oí a Simone Moro decir que en el alpinismo no hay banda sonora épica, sino silencio. ¿Qué opinas al respecto?
Me gustaría debatir de este tema con mi amigo Simone. Desde luego debe haber silencio porque lo vamos buscando. La Aventura muchas veces exige silencio, soledad, belleza. Pero también estoy convencido que el alpinismo expedicionario, la exploración, sin ciertas dosis de épica y romanticismo se termina convirtiendo en algo sin alma. “Es sólo deporte” como diría Geoffrey Winthrop Young, el poeta amigo de Mallory.
Hay una cosa que no comparto en el mundo de la montaña, una forma de pensar que no me gusta. Y es la competición en la montaña. Entiendo una competición contra uno mismo, superando retos y alcanzando metas. Pero esas carreras por ser el primero, por encima de los demás… ¿Siempre ha sido así, o es algo reciente?
Siempre ha habido algunas formas de competencia más o menos explícita, pero en los últimos tiempos lo que ha ocurrido es que se ha trasladado a la montaña ciertas formas de competencia deportiva más propia de los estadios de atletismo. Y eso, a su vez, ha contaminado las expresiones clásicas del montañismo más tradicional.
Desde luego se puede argumentar que antes de la Primera Guerra Mundial, las expediciones alemanas al Nanga Parbat eran la demostración palpable no sólo de una ideología detestable sobre la supremacía de la raza aria sino de querer ser los primeros en conquistar una montaña de más de ocho mil metros, como ya había ocurrido con la temible cara norte del Eiger. Y después de la Segunda Guerra se vivieron unos quince años muy intensos de actividad expedicionaria en los que todas las grandes naciones entablaron una dura competencia por escalar los catorce ochomiles. Pero este tipo de competición, si se quiere llamar así, seguía la tradición del montañismo de siempre y no significó la deportivización del alpinismo clásico, sino más bien su consolidación.
Se camina hacia “el arte de hacer más con menos”, que terminará con la ascensión en estilo alpino y sin botellas de oxígeno de las montañas más altas y las grandes paredes de la Tierra. Es a partir de mediados de los años 90 cuando se inicia una creciente actividad que establece récords, marcas, horarios, pero se aleja de este espíritu purista encarnado por gente como Bonatti o Messner.
Una pregunta directa ¿Qué es para ti la montaña?
A veces se ha dicho que la montaña es una metáfora de la Vida. Para mi es la vida, sin más, sin alegorías ni metáforas. Muchas veces es el lugar donde me he ido a refugiar de los reveses de la vida cotidiana y las personas. Son bellas, nobles, silenciosas, grandiosas… en su silencio te encuentras, en su grandeza te inspiras, amas su belleza, su paisaje te arropa e incluso cuando te acosa, te derrota o te rechaza, lo hace con nobleza nunca con la maldad que lo hacen los humanos.
Y a partir de ahora ¿Qué podemos esperar de Sebastián Álvaro?
Seguir aprendiendo y seguir haciendo cosas, nuevos libros, proyectos, conferencias, artículos, fotografías, ayudar a mi hijo con nuevos documentales (si me deja…) escaladas, expediciones mientras, espero, vayan declinando poco a poco mis fuerzas. Sólo aspiro a envejecer con dignidad, pero con el mismo entusiasmo y pasión con la que empecé mi primera expedición al Karakórum.
Estaríamos aquí demasiado tiempo si te preguntase todo lo que pretendo, pero por no robarte más tiempo y para terminar ¿alguna pregunta que no te hayan realizado y que quieras contestar? ¿Cuál es su respuesta?
¿Crees que, desde la perspectiva que dan los años, ha merecido la pena dejar lo mejor de tu vida en las montañas, con amigos, amores, afectos..?
Sin duda. No hay nada mejor que vivir la vida con pasión y entusiasmo, levantándote todos los días con la alegría de hacer aquello que deseas, por peligroso o sacrificado que sea, querer a la gente que te quiere, saberte respetado y querido por tu gente, al margen de una sociedad que cada día que pasa más ha perdido el rumbo. Donde sólo importa el dinero y lo inmediato y se han abandonado aquello que tiene que ver con nuestros valores esenciales: la inteligencia, la curiosidad, la valentía, la lealtad, la honradez, la nobleza… Todo eso lo encontré en mi familia, en mis amigos, en mis montañas. Salud y amistad.
Mil gracias por tu tiempo y tus palabras. Un placer haberte tenido en Al Filo de lo Improbable y esperamos verte en el mundo de la aventura y los documentales, por muchos años.
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